En el siempre recomendable blog Personas, no género Emilio Prieto resumió sucintamente cómo la narrativa de género dominante percibía las dificultades por las que atraviesa el varón: “El hombre no tiene problemas.
El hombre es el problema”.
Cuando se trata de suicidio la narrativa no se desvía de este camino. Pese a que los hombres se suiciden de media entre 3 y 4 veces más que las mujeres en todos los países del mundo (con excepción de China), pocos estudiosos lo consideran un problema de género, principalmente por el hecho de que las mujeres lo intentan de media 3 veces más que los varones pero fracasan. Como veremos en el artículo de El País “Los hombres se suicidan, las mujeres lo intentan” la culpa del suicidio masculino es del hombre, mientras que el intento de la mujer se debe a las circunstancias. No criticaré a los expertos citados en el texto porque no sería la primera vez que la prensa malinterpreta sus palabras o escoge selectivamente lo que le interesa, pero sí criticaré la lógica interna del escrito.
El artículo comienza bien, con la siguiente afirmación:
¿Por qué se suicidan tanto los hombres? No es una pregunta de respuesta rápida. Los especialistas llevan años conviviendo con esa realidad, pero existen pocos estudios rigurosos para responderla.
Y considero que ahí debería haber terminado, porque el resto es un verdadero despropósito. Veamos qué se argumenta para decir que los hombres se suicidan más que las mujeres:
[Según Carmen Tejedor, psiquiatra especializada en suicidio] La gran desproporción entre hombres y mujeres suicidas se debe a factores genéticos y biológicos. La testosterona les ha convertido históricamente en cazadores, les hace más impulsivos y más resolutivos.
Como vemos, inmediatamente se dice que la propensión al suicidio del hombre se debe a un factor interno, biológico. Lo cierto, sin embargo, es que no hay acuerdo en la comunidad científica al respecto. Existen estudios que señalan la inexistencia de una correlación entre testosterona y suicidio, así como otros que afirman que hay una correlación entre baja testosterona y suicidio. En resumen, no se puede afirmar categóricamente, como se ha hecho aquí, que la testosterona es el problema. Aunque por supuesto es mucho más fácil culpar a la víctima que replantearse si quizá los hombres tienen problemas, en lugar de ser el problema, como de costumbre. También me resulta interesante que las explicaciones biológicas sean aceptables para hablar sobre los problemas del hombre, como su menor esperanza de vida. Sin embargo, hacerlo en el caso de las mujeres se considera una postura esencialista y sexista.
¿Por qué las mujeres se intentan suicidar más que los hombres, aunque no lo consigan? Veamos qué dice el artículo:
[Carmen Tejedor:] se sabe que las mujeres intentan quitarse la vida tres veces más que los hombres porque viven con una presión tres veces superior.
En el caso de las mujeres, claro está, el factor es externo: viven con una presión tres veces superior. Ellas no son el problema. Ellas tienen problemas. La afirmación de que viven con una presión tres veces superior no viene acompañada de ningún tipo de dato o explicación. La narrativa de género actual se ha repetido tantas veces que no la necesita. Nosotros, sin embargo, sí tenemos que citar datos para poner en duda esta afirmación. No he hallado informes que hablen sobre la presión de hombres y mujeres. Lo más cercano que he encontrado ha sido un estudio de la APA (American Psychological Association) que recoge los índices de estrés por sexo. En una escala del 1 al 10, los hombres puntuaban 4,8 y las mujeres 5,4. Para que las mujeres sufran tres veces más estrés, la puntuación masculina debería ser 3 y la femenina 9. Es decir, un total de 6 puntos de diferencia. Sin embargo, se trata de 6 décimas. Ni siquiera un punto completo.
Todo esto sin mencionar que dicha puntuación se basa en lo que hombres y mujeres han informado, y siempre es posible que la mayor educación estoica del hombre le haga señalar niveles de estrés inferiores a los que realmente tiene. Al fin y al cabo los hombres desempeñan los trabajos más peligrosos (y por ende, estresantes), como nos indica la tasa de mortandad laboral masculina. También son quienes mueren con mayor frecuencia en accidentes domésticos, realizando tareas del hogar típicamente de hombres como reparar el tejado. Finalmente, al constituir la inmensa mayoría de los indigentes, podemos concluir que no cuentan con un apoyo familiar tan fuerte como las mujeres, y eso debe estresarles en algo también. Con todo, no vengo a decir que un sexo tenga más presión que otro, pero para afirmar categóricamente que las mujeres tienen tres veces más presión que los hombres habría que aportar algún dato, y no simplemente apoyarse en una narrativa que se retroalimenta.
Pero ahora es cuando el artículo pasa de ser decepcionante a directamente tendencioso y deshonesto. Cuando analiza la diferencia en el número de suicidios por sexo señala (la negrita y el subrayado son míos):
“La gran desproporción entre hombres y mujeres suicidas se debe a factores genéticos y biológicos. La testosterona les ha convertido históricamente en cazadores, les hace más impulsivos y más resolutivos”, explica Tejedor. A eso se unen factores socioculturales e incluso morales. “El suicidio en hombres está visto como una cuestión de honor, lo que no ocurre con las mujeres. Su muerte se acepta menos y se tiende a pensar que si se quita la vida es porque es una mala madre”.
Es decir, el hombre cuando se suicida sólo piensa en sí mismo, en su honor. Es un egoísta. La mujer, sin embargo, piensa en los demás y eso hace que se suicide menos. Como señala el párrafo, eso ayuda a explicar la discrepancia. Sin embargo Tejedor también afirma que todos los intentos de suicidio femeninos se hacen con plena voluntad de ser “exitosos” pero fallan por un error cálculo:
Una persona no se juega la vida en el intento sólo por notoriedad. Esa explicación del finalismo histérico para explicar el suicidio es no entender nada. Hablar de teatro en esos casos me parece, cuando menos, sádico, porque lo que es en realidad es una ruleta rusa.
Y aquí es donde se encuentra la gran contradicción. ¿Cómo puede ser que la mujer se suicide menos porque se preocupa de que la consideren “mala madre”, y al mismo tiempo se intente suicidar tres veces más que el varón con toda la voluntad del mundo? Ambas tesis son, a todas luces, irreconciliables. Sólo se mantienen porque es necesario casar el mayor altruismo de la mujer (que mira más allá de su propia situación) con su mayor opresión (que lo intenta más que el varón porque está más oprimida pero no tiene éxito).
El artículo continúa culpando a los hombres de su propio suicidio:
En el caso de los hombres, añade Orós, la alta proporción de suicidios también tiene que ver con que son más introvertidos. “A nosotros nos cuesta mucho comunicarnos. Muy pocos hombres admiten que se encuentran mal y que necesitan ayuda”. En este sentido, Jiménez recuerda que más del 90% de sus pacientes son mujeres. “Cuando sufren una depresión ellas son más conscientes y no ven al psicólogo o al psiquiatra como un extraño. Los problemas hay que descargarlos de manera constructiva. Si no, explotan y las consecuencias pueden ser tremendas”.
En definitiva, el hombre y su actitud continúan siendo el problema. No saben o no quieren pedir ayuda. Por eso se suicidan más. Yo me pregunto, sin embargo “¿Tendrá esto algo que ver con el condicionamiento social que reciben desde la infancia?”. Cuando los niños pequeños lloran, pronto se les silencia diciendo “los hombres no lloran”, y conforme van creciendo reciben numerosos mensajes similares, desde burlas a quien expone sus sentimientos hasta (en algunos países) la utilización de su cuerpo por parte del Estado para la guerra, pasando por el rechazo de sus problemas en el discurso feminista que los acusa de privilegiados y opresores. En definitiva, todos los elementos que conforman la actual cultura de desechabilidad del hombre y que les comunica claramente que su sufrimiento no importa.
El artículo de BBC Mundo “Suicidio masculino: el drama de no saber pedir ayuda“, aunque bastante mejor que este de El País, también responsabiliza al varón de su situación por no haber comunicado su estado. Lo curioso es que el propio texto recoge que uno de los fallecidos mencionó a su pareja la intención de suicidarse y no fue tomado en serio. Comunicó lo que le ocurría pero fue ignorado. Decir simplemente que los hombres “no saben o no quieren pedir ayuda” es culpar a la víctima. Llamarlo orgulloso, emocionalmente inmaduro o estúpido, sin examinar por qué adopta dicha actitud y ni qué ocurre cuando finalmente decide abrirse a los demás. Como de costumbre, cuando se trata del hombre la sociedad prefiere mirar para otro lado en lugar de hacer examen de conciencia y reconocer que quizá esté cometiendo las injusticias que lo han llevado a esta situación.
https://quiensebeneficiadetuhombria.wordpress.com/2013/12/05/el-suicidio-masculino-y-la-falta-de-compasion/
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